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Vive las Cruces y
Fuegos 2 y 3 Mayo

Un espectáculo para los sentidos, una ceremonia que hunde sus raíces en más de 250 años de historia. Vivir las Cruces y Fuegos de Mayo de Los Realejos es identificarse con la historia de un pueblo, con sus paisajes y con su forma de ver el mundo.

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Un proverbio dice que no afirmemos nada que creamos falso, ni hablemos de algo sin pruebas suficientes. Por eso me atrevo a contar todo lo que he visto y he sentido sin temor a contradecir la verdad.

Y es que mis ojos vieron, aún cegados por el artificio del fuego. Y mis oídos oyeron, incluso en medio del estruendo que rompía la noche. Reconocí el perfume de la orquídea emergiendo de otros aromas, de frutas y flores.

Atravesé las calles y cientos de cruces engalanadas salieron a mi paso. Me llevaron hasta las calles de arriba, donde encontré las manos de las mejores artesanas. La belleza me envolvió en sedas y organdí, y viajé a la infancia de mi madre y mis abuelas.

Desde lo alto observé a mi pueblo henchido de colores festejando el 3 de mayo. Un pueblo unido celebrando la vida y el orgullo de la tradición. Propietarios de la fiesta con derecho absoluto, dueños de su pasado y con la mirada puesta en su futuro.

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Un desafío de fuegos

En cuanto despunta el mes de mayo los vecinos de la calle de El Sol y la calle de El Medio se preparan. Al desafío de unos responden luego los otros, lanzando al aire el más colorido y estruendoso festival de pirotecnia que pueda verse. Tras la reyerta no hay heridos ni vencedores, porque todos creen haber ganado, y la fiesta comienza por igual en los dos bandos.

Santo Madero

Si el drago del cementerio hablara, nos contaría la historia de aquel madero santo que llegó a la isla tras la conquista de Tenerife. El madero que inauguró el primer templo cristiano. Tal vez ese fue el comienzo, hace más de cuatrocientos años. Yo no tengo memoria de drago, pero sí su sangre norteña y puedo hablar de las 300 cruces enramándose en abril, para alcanzar su máximo esplendor en mayo.

Realismo Mágico

Vivir la fiesta realejera es entender el arrebato entre vecinos de calles distintas. Es unirse a su lucha con alegría hasta la extenuación del ruido. Es  conmoverse ante un pueblo que se une para recrear una de sus fiestas más antiguas, y transportarse al realismo mágico que fluye desde un primitivo madero hasta la más espectacular demostración de fuegos artificiales.

El sol entra por el mirador acristalado de mi casa en Los Realejos. Es 3 de mayo y el aroma de las flores inunda las calles desde hace días. Cientos de cruces engalanadas recuerdan obras de arte efímeras, trenzadas por las manos de mis vecinos.

Antigüedad y herencia

Una fiesta que nos conecta con un pasado centenario.

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El 25 de julio de 1496, festividad del Apóstol Santiago, quiso el azar que los soldados castellanos dieran por finalizada la conquista de Tenerife. Para conmemorar la victoria se construyó la primera iglesia cristiana de la isla, que en honor al Apóstol lleva su nombre. El templo ha ido creciendo y mejorando a lo largo de los siglos, hasta convertirse en el bello monumento histórico-artístico que es hoy, con singulares retrablos del barroco canario, patrimonio nacional.
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Cuenta la leyenda que allá por 1666, un jinete cruzaba el barranco del Pago de la Higa —antiguo nombre de la Cruz Santa—, cuando su caballo se detuvo bruscamente y se negó a seguir. El amo, molesto, lo azuzó para que caminara, y el caballo terminó tirándolo de la montura. Cuando el jinete se recuperó de la caída descubrió al animal escarbando la tierra. De entre las piedras asomó entonces una cruz de madera, y el hacendado, conmovido ante el acontecimiento, dispuso levantar una capilla en ese mismo lugar: el Montículo de la Suerte.
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En 1770 los vecinos de la calle de El Sol y de El Medio se enfrentaron en una batalla campal el día de la Cruz. En la de El Sol residían los campesinos y medianeros, y en la de El Medio los propietarios de las tierras. Los dos bandos, de diferente clase social, rivalizaban para ofrecer la fiesta más sonada y llamativa. Una rivalidad que termina con el festejo de «la papada»: comiendo, bebiendo y bailando. Brindando todos por la vida. Esta contienda ha potenciado el valor artístico de la fiesta, su continuidad y tradición.

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Prepárate para revivir la gran fiesta de las Cruces y Fuegos de Mayo.

Flores y amistad

«Es un sentimiento que nace desde chico», me dice un paisano, mientras acomoda las cestas de mimbre artesanales, repletas de frutas y verduras. Todo en mi pueblo huele a tradición y cultura.

Flores y aromas

Llego al barrio de La Cruz Santa y me detengo para admirar los monumentos florales que acompañan a cada cruz. Se asoman desde los zaguanes adornados con anturios, orquídeas, kalanchoes, rosas gigantes... Me conmueve descubrir en cada rincón, el esfuerzo y la solidaridad de mis vecinos, unidos en completa coordinación y amistad, cada uno cumpliendo con su misión sin importar la edad ni la profesión. Las calles se acicalan para que todo luzca más bonito.

Pasteles de Guayabo

Entro en un café para desayunar. El camarero me conoce y me saluda abriendo los brazos en señal de bienvenida. Me siento en una mesa con periódico, y espero a que me traigan un par de hojaldres de guayabo con un tazón de leche. La receta de los pasteles es centenaria.

Filigranas de joyero

Me acerco a la Calle de El Sol y cruzo hasta la de El Medio. En una y otra mantengo silencio ante la belleza de sus cruces. Enramadas con la destreza de un joyero experto, las filigranas de sus trenzados parecen cuadros que desprenden aromas de primavera encendida. La brisa fresca me lleva entonces a continuar el camino de regreso a casa.

Ya se oyen los primeros impactos atronadores...

Pólvora, ruido y color

Se escucha un silbido elevarse al cielo. Segundo estallido. El cielo se pinta con ráfagas de colores y estrellas artificiales. El pueblo entero y todos sus visitantes miran al cielo, ensimismados y un poco aturdidos por el ruido. En las calles rivales algunos no pueden contener la emoción.

Se oyen los aplausos, que durarán casi tres horas. Los Realejos es hoy uno de los mejores espectáculos pirotécnicos de Europa.

¡Comienza la fiesta!

Un año de trabajo

Esta es una fiesta del pueblo y la pagamos los vecinos. Pequeños y grandes nos entregamos con entusiasmo todo el año, para adecentar las calles y mostrar la esencia de este lugar amable y orgulloso de su cultura. Por eso, las dos asociaciones se componen de gentes del pueblo, que de manera altruista mantienen una centenaria tradición en pie.

Continuidad y Tradición

Ahora, los vecinos de las dos calles han equiparado sus diferencias sociales, manteniendo vivo el «pique» como una excusa para iniciar una sana rivalidad. Así, en cuanto finaliza la fiesta, se vuelcan en planificar todos los trabajos para el siguiente año. Una celebración creada por el pueblo, con un fuerte arraigo popular.

Interés Turístico Nacional

Con más de 250 años de historia, esta fiesta es ya conocida en muchos rincones de España. Desde el año 2015 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, y cada año atrae a más turistas. En mayo la emoción vive en Los Realejos y su fiesta es pura devoción a la vida, gracias al empeño de sus habitantes.

Preparar el viaje

Quien no conozca esta historia que venga en mayo al pueblo de todas las fiestas. Que sienta el latido de las cruces por los caminos reales, clavadas en el suelo o descansando en las ermitas, bajo sudarios de seda que dejan pasar la luz de las velas. Para adentrarse en la fiesta de las Cruces y Fuegos de Mayo de Los Realejos, la maleta puede ir vacía, pero el corazón no.